Pasaron varios años antes de que mi vida se
retorcieras otra vez, tendría aproximadamente dieciséis años cuando me inicie en el mundo de las
bandas callejeras. Pensaba que en realidad no era tan mal lugar para mí (por
decir que gozaba del don del raciocinio en esa época de mi vida). Aunque no
como si hubiese detenido a sopesar en sobremanera nada de lo que he hecho a la
largo y ancho de mi vida.
La forma en la que fui reclutado en la
banda fue un poco abrupta. Regresaba de
falta a clases nuevamente, tras haberle dado referencias al profesor de mi
clase de a dónde podía a vaciar sus
inútiles desechos verbales. Cuando fui rodeado de un grupo de jóvenes, aunque
cada uno mayor al anterior. De inmediato me di cuenta de sus intenciones, por
lo que saque mi billetera con el escaso dinero
que llevaba en sima. Pero antes de que se fueran me atreví a dedicarle
unas palabra a la chica que los acompañaba (que además fue la que tomo el
dinero de mi mano). “Dios bendiga a ti a tu descendencia… alojándoles en la
caldera más cálida del infierno“ le dije mientras sostenía su mano. Uno de los
sujetos obviamente ofendido se acercó a
mí, se paró frente a mí intentando intimidarme (sin éxito). “un segundo, ¡yo te
conozco¡” dijo el menor del grupo “ él es el chico del gato” confirmándome que
se trataba de un alumno o ex alumno de la misma institución que yo . “déjeme confirmar que tan bien puestos los
tienes“ dijo mientras se tronaba los nudillos en otro fallido intento de
intimidación.
No mentiré
al respecto… me dieron una paliza, pero el espectáculo fue suficiente
para que me aceptaran como miembro de su grupo.
Éramos un grupo de inadaptados vagando por
las calle y destruyendo todo lo que podíamos, siempre y cuando no perjudicásemos
a nadie en el proceso… o por lo menos no de forma grave
La noche en la que por fin cumplí mi mayoría
de edad condujimos en nuestras motocicletas hasta lo que solía ser la cabaña de
unos ancianos. Al parecer habían abandonado la casa hacía meses sin ningún
motivo aparente, al parecer no tuvieron hijos y no tenían amigos, por lo que el
lugar quedo aislado y sin nadie que lo reclamase hasta que nosotros llegamos. Nosotros
nos enteramos por medio de uno de los
miembros que al parecer era su único
contacto con el exterior, intercambiando bienes
que la pareja producían en su huerta por cosas que el compraba en el
exterior. Munición por carne de caza, hortalizas por aderezos o medicamentos
por contrabando; este último destilado en el sótano de la cabaña, haciéndola
además de un gran atractivo para nosotros ahora que ninguno estaba y parecía no
regresarían .
Apenas llegar nos aseguramos que el lugar
fuese seguro antes de acomodarnos en su interior.
El jefe del grupo pensó entrar por un
momento a romper la escasa vajilla que aun permanecía en sus estantes, afortunadamente
alcance detenerlo a tiempo. Le explique que gran parte de los objetos que
podían encontrar en ese lugar podían tener mayor antigüedad que los mismos
dueños anteriores, y al igual que su vejes también era grande su valor en muchos casos . Aunque en realidad
mis intenciones solo eran mantener la propiedad en el mejor estado durante el
mayor tiempo posible, para que de esa forma pudiéramos seguir utilizándola.
Afortunadamente el jefe accedió a preservar el lugar puesto que la idea de obtener ganancias
económicas sin el menor esfuerzo le llamaba más la atención que liberar su
furia contra la inocente bajilla. Además dio orden de preservar hasta los
muebles, ya que no sabía cuánto provecho todavía podía sacar de entre todo lo
que allí se encontraba. Aunque no siempre podía contar con el buen juicio del
jefe, siempre podía contar con su avaricia.
Unas cuantas horas después, me dedique a
inspeccionar la cabaña más a detalle. Aprovechando que era el único sobrio (sin
mencionar que el único consiente) me paseaba por todo el interior, observando
las paredes repletas de estantes y en cada estantes cientos de artesanías de madera,
metal, cerámica, entre otras; cada uno más extraño que el anterior, toda la
perspectiva que fui adquiriendo al respecto cambio cuando vi un pequeño
altar en la ventana, estaba muy
adornada. Por la obscuridad no pude definirlo con certeza, una imagen dibujos y
fotos de seres extraños, una especie de amalgamaciones de felinos y humanos. No estaba seguro si era
una deidad a la que los ancianos alababan, un espíritu al que le temían o simplemente solo eran simples adornos. Pero
una campana plateada, perfectamente reluciente colgaba en la parte superior de
la ventana. No estoy seguro de donde vino el impulso que me llevo a tañer la
campana. Solo la empuje un poco, pero eso fue suficiente para que tañera unas
tres veces.
Al parecer no sonaba tan fuerte, pero el
sonido agudo fue lo suficientemente audible para despertar a los demás. Que aunque no estaban todavía del todo sobrios ya podían
articular correctamente las palabras (las pocas que sabían). Después de haber
recibido una reprimenda del jefe empezamos a notar que los árboles y arbustos
de la zona circundante se sacudían en exceso, mientras otros parecían moverse
con pesadez.
Menor no pudo ser nuestra sorpresa cuando uno de los arboles callo frente a
todos justo sobre las motocicletas que estaban estacionadas en el exterior, dos
de los cinco miembros de los que estaba conformada la corrieron a rescatar
nuestros vehículos del ramaje, obviamente dando prioridad a la del jefe.
Nuevamente soplo una brisa, la cual
suponemos fue la responsable de apagar la lámpara de aceite que usábamos para iluminarnos,
la tensión empezó a crecer rápidamente. Apenas podíamos ver gracias a la luz de
luna, cuando una nube paso por el frente de esta y se escuchó en estrepitoso y
agudo grito. Provenía de la novia del jefe que se había vuelto a dormir, pero
algo le había despertado, “auxilio, amor por favor ayúdame“
le decía la chica al jefe
mientras se aferraba a su brazo mientras le rogaba porque nos fuésemos, pero
el jefe haciendo caso omiso a su novia, fue a su moto y saco de ella una pesada
cadena y una navaja. No dudo un segundo en entrar nuevamente a la casa mientras balanceaba la cadena en una
mano y blandía la navaja en la otra al guito de “a mí no me asustan
estas mierdas”.
Nuevamente volvió a soplar la brisa, pero
esta vez con la suficiente fuerza como para derribar la botella que se
encontraba haciendo equilibrio en la orilla
de la mesa. El jefe reacciono rápidamente golpeando con todas sus
fuerzas la cadena contra la mesa, partiendo la mesa en dos. El jefe reía para
demostrar que no tenía miedo (o eso pretendía). Yo como era de esperarse le di
la espalda mientras hacía alarde de su “valentía” para poder ayudar a los demás a liberar nuestras
motos.
Creí sentir la brisa soplar una vez más
cuando la luna se despejo, ofreciéndonos una mínima iluminación. Pero esa
escasa iluminación me permitió ver una sombra. Sombra que pasó justo junto a mí
y pude ver atravesar la puerta con una velocidad increíble antes que otra nube volviese a dejarnos
totalmente a oscuras. Pensé que mi mente me hacía otra jugada, hasta que
escuche al jefe volar por los aires
hasta caer sobre las ramas del
árbol cortado, seguido de su
novia que corrió la misma suerte.
No tardamos en darnos cuenta de que nos
encontrábamos bajo ataque, por lo que intentamos defender a nuestro líder, el
cual se apresuró a encender su moto y con ella las luces.
Ahora que podíamos ver uno de mis
compañeros se desplazó hacia su motocicleta y saco de ella un bate que guardaba
en el bolso de esta y desenfundo una navaja, mientras el otro saco un tubo de
cobre y su navaja propia. Cuando logramos escuchar unos pasos el del tubo se
abalanzo imprudentemente, mientras que en resto nos que damos bajo la luz. Pudimos oír un golpe contundente, seguido de
ver a nuestro compañero volar y aterrizar sobre las motos que habíamos rescatado del ramaje. Lo cual hizo que mi compañero se
armase de valor y se fuera contra lo que sea que nos atacase. Lazo un grito de
guerra sin adentrarse en la oscuridad, pero de igual modo algo tan rápido que a
pesar de ser bañado por las luces de los faros solo pudimos distinguir como una
sombra lo arrastro directo a las penumbras.
Escuchamos un grito desgarrador seguido de un golpe contundente. Lo dimos por
muerto hasta que escuchamos el crujir del bate rompiéndose y vimos al chico
correr despavorido a montar su motocicleta, arrancado y partiendo tan rápido
como podía. El chico que se acababa de recuperar de su reciente y corto vuelo
siguió su ejemplo casi a la vez que el jefe, dejándome totalmente solo y a
oscuras en presencia de quien nos había atacado, con mi moto aun en parte atascada
entre las ramas.
Decidí por moverme lentamente para evitar
llamar la atención. El viento sopló nuevamente, y de nuevo el cielo dejó
brillar la luna. Por fin podía ver lo que nos había atacado. Una bestia a
cuatro patas balanceaba lentamente su cola
al ras del suelo, mientras el resto de los músculos de su cuerpo se
mantenían totalmente inmóviles. Tuve que voltearme para intentar
desatascar mi único medio de escape de
las ramas, tratando de hacer la menor cantidad de ruido posible. Sentí algo
tras de mi así que me voltee. Allí estaba, justo sobre mí. Sus ojos brillaban
al reflejar la luz de la luna y el bao su cálido aliento me daba en el rostro.
Se mantenía a dos patas utilizaba una tercera para apoyarse del asiento
trasero. Me quede petrificado, totalmente inmóvil por lo que me pareció una
eternidad. Hasta que otra nube volvió a interponerse frente a la luna rompiendo el hechizo.
Arranque la motocicleta tan rápido que a la
bestia ni siquiera le dio tiempo a reaccionar. Mantuve la mayor velocidad que pude,
pero la extrema irregularidad del terreno dificultaba el avance.
Apenas pude alcanzar a mis compañeros, que se
habían adelantado al punto de haber salido de la finca y hasta llegando a la
calle externa al cerro de donde esta ce encontraba. Una vez los hube alcanzado (en
una calle cuyo camino estaba iluminado por una única farola en hasta donde alcanzaba
la vista) pudimos cerciorarnos de que todos nos encontrábamos a salvo, algunos teníamos
rasguños, cortes y magulladuras pero nadie había sufrido ninguna herida de
gravedad; por lo que decidimos retirarnos antes de que el problema empeorara,
ya volveríamos más preparado en caso de necesitarlo.
A uno de nuestros compañeros se le había empezado
a hinchar un ojo (probablemente causado por su vuelo y posterior aterrizaje)
por lo que resolvimos conducir lentamente
para poder acudir en su ayuda en caso de que su visión se viese nublada
por la hinchazón. Además de esto nos deteníamos frecuentemente debido a que todos habían bebido hasta
el hartazgo y debido al ataque imprevisto no había dado ocasión de evacuar
aguas, pero cada vez que nos deteníamos para que alguien orinara nos alarmábamos
ante cualquier ruido por lo que no nos tranquilizamos
hasta volver a la civilización. El viaje se hizo largo y lento, distancia que
hecha a ritmo normal nos habría tomado de quince a veinte minutos, nos terminó
por llevar más de una hora.
Al llegar al pueblo nos separamos, para
descansar en nuestros respectivos hogares. Aunque yo en realidad no deseaba
regresar al mío.
Yo vivía en una casa relativamente grande, en
un barrio en la que cada casa era igual a la anterior, absolutamente todas
rodeadas por completo por verdes jardines, cada una con un dueño más molesto,
quejumbroso, obstinado, presumido y petulante que el anterior; en el límite ente la ciudad y el entorno rural
de la montaña.
Aquel día
me detuve en la puerta, despejando mi mente de problemas anteriores y preparándome
para cuando mi padre viniese a regañarme por llegar a esas altas horas de la
madrugada. Aunque por otra parte quizás se habría ido a dormir ya que como acabas de recordar, hoy… o (mejor dicho; tomando en cuenta la
hora), ayer había sido mi cumpleaños,
por lo que me dejaría pasar el atrevimiento por esta vez, después de todo ya
era un hombre, no uno responsable ni respetable, pero si lo suficientemente
grande para ser tratado como uno… o por lo menos eso pensaba
Fin del capítulo
2
Muro